Qué película más bonita! La había visto cuando era pequeño y recordaba que me había gustado, aunque no recordaba el por qué. Ahora la he recuperado y, tras verla, entiendo perfectamente porque me gustó. Porque es un filme que llega hasta lo más fondo de tu alma.
Hay un juicio, sí, y la trama gira alrededor de este juicio, pero esto sólo es la excusa para crear un dilema al espectador, para hacerlo entrar en un debate interno dominado por las emociones.
Menuda interpretación la de Jessica Lange, la abogada y protagonista principal del film. Y no se trata de la típica abogada despiadada, infalible; tampoco se trata del típico juicio con interrogatorios brillantes y giros repentinos. Lo importante no es el abogado ni el fiscal, sino las declaraciones de los testigos que van apareciendo.
Y por primera vez veo cómo se desarrolla un interrogatorio fuera del juzgado, por imposibilidad del testigo. Ni siquiera me lo he encontrado en mi vida profesional.
El final me pareció sublime. No por lo que pasa, sino por cómo lo diseña el director y cómo lo ejecutan los personajes. La última escena es tan delicada, que se acaba fundiendo con la misma música de los títulos de crédito, mientras el espectador todavía está pensando cuál hubiera sido su reacción si se encontrara en una situación similar.
Por cierto, el tema musical de la última escena es precioso; invita a mantenerse un rato más en el sofá. No hay prisa por levantarse.
Desde el Bufet Molina Bosch os animamos a que la veáis una tarde o una noche que no tengáis prisa, que tengáis ganas de ver una historia bonita explicada de forma sencilla. No os defraudará.